viernes, 31 de octubre de 2014

Nº6- LOS NIÑOS DEL 78. Confesiones.

Empieza el espectáculo
Cuando se estrenó en los cines "La guerra de las Galaxias", en 1977, llegó precedida de las noticias de su gran éxito en Estados Unidos. La fama de la película en España llegó a cotas parecidas, y en las revistas de entonces, de vez en cuando se veían entrevistas con los actores protagonistas. Cuando preparaba la publicación en este blog de la huella que dejó en esas publicaciones Mazinger Z, me encontré con una entrevista al entonces desconocido Harrison Ford  que, a pesar del enorme éxito y fama de la producción en que había participado, se refería a ella como "una película bastante ridícula, pero que va a tener éxito"...
La sensación de "ridiculez" vendría de ver desde dentro aquello que en los cines asombró y sobrecogió a millones de niños, y no tan niños. En aquel entramado de frases, nombres raros de personajes y escenarios que en muchos casos eran maquetas imaginativas de extraños mundos, un actor casi novel como él debíó de pensar: "¿pero esto qué es?..." y dudar acto seguido de la seriedad del asunto, de cómo daría todo eso en pantalla.

Sin embargo, George Lucas y Steven Spielberg -en otras producciones previas y futuras-, estaban revolucionando el concepto de ciencia-ficción , renovándolo y dándole más amplitud.
Estaban arriesgándose con algo que no era una novedad, no creando un género, pero si dándole nueva vida, lo que es ya en sí una novedad. El público que más lo comprendió y vivió fue uno muy concreto: los niños.
En los años previos a la creación de la epopeya galáctica se había apostado en Japón por otra ¿novedad? llamada Mazinger Z. Pero la idea de Nagai no era totalmente original, ya que en ciencia-ficción dibujada y animada ya existieron Tetsuwan Atom (Astro boy) y Tetsujin 28 Go ( Ironman 28), formas cada vez más cercanas a lo que se iba perfilando como la fantasía tecnológica cibernética. Él no creó el concepto pero sí lo renovó lo suficiente (entre otras cosas, por el hecho de que el robot fuese tripulado) como para dar lugar a la originalidad, a una idea que, desarrollada, crearía todo un pequeño universo de gran éxito (aunque el desarrollador no fuese el propio Nagai, de lo que ya hablaré otro día).

Había nacido algo nuevo, con magia y tirón , de esas cosas que tienen un no sé qué que conecta, de nuevo con los niños, y pasa a la historia de las vivencias en forma de impresiones que dejan huella y se recuerdan, esta vez no desde una oscura sala de cine, sino desde la pequeña pantalla...

 TVE se decide
Seis años después, la serie animada Mazinger Z sale de Japón, reducida y algo retocada en la versión que emitió Televisión Española - simplemente: qué suerte tuvimos- haciendo una apuesta por una producción que impresionó a los que la trajeron (recordad la palabras dedicadas a la serie en la revista DIEZ MINUTOS: "(...) serie tremendamente ambiciosa, es un auténtico alarde de medios técnicos, y un derroche de ingenio y maestría") reconociendo su potencial para "conquistar el corazón de los niños", que no habían visto antes nada igual... 
Ya sabemos las fechas de emisión, la novedad que supuso y bla, bla, bla...lo que en este caso quiero destacar es el vínculo emocional con la serie de ciencia-ficción que se asomaba entonces a la casa de todo el mundo, porque sin él no se entiende que el interés por la serie sobreviva treinta y seis años después, de parecido modo que Star Wars-La Guerra de las Galaxias es ya un clásico del cine, sí, pero también una experiencia-hito en las biografías de aquellos que llenaron las salas a finales de los años setenta del pasado siglo.


Cuando escribí ¡Mazinger! ¡planeador abajo!, una de las de las cosas que pretendía era trasladar a aquellos que lo leyeran el recuerdo de las sensaciones que toda una generación vivió durante los meses en que la serie Mazinger Z estaba en la pequeña pantalla. Pronto me di cuenta de la dificultad de la empresa: no resultaba nada fácil describir las experiencias de aquellas tardes de sábado, no porque haya pasado mucho tiempo ( los recuerdos siguen vívidos en mi) sino porque no quería resultar subjetivo... ni exaltado. Sobre lo primero, no quería que esos recuerdos fueran plasmados de manera demasiado personal o particular y sobre lo segundo, no quería resultar "exagerado" frente a aquellos que no lo vivieron de tal forma, o bien eran muy pequeños para acordarse y desarrollar eso que llamamos nostalgia (o bien conocieron a Mazinger en el vídeo, ya en los ochenta o más allá). De modo que pensé que no podía dejarme llevar demasiado en el libro y solo dejar escapar alguna frase que otra, que conectara como un guiño con los que entonces formábamos un extenso grupo, compuesto por quienes primero la vivieron y lo recuerdan como un período concreto muy especial en su infancia y también por todos los que se olvidaron en algún grado, no del robot, sino de las vivencias de aquellos días.
Ese grupo es el de los niños del 78.
A lo largo de los últimos veinte años he podido descubrir, a través de internet fundamentalmente, que recordar aquello con fuerza y emoción no era privativo de mi persona, ni mucho menos, sino que había muchos que lo rememoraban de parecida forma.
Datos o nostalgias. La cuestión es la diferencia entre la serie en sí (datos) y la serie para mí/nosotros, en el contexto indisoluble de los que la vimos de niños. Permitidme por esta vez un breve regreso nostálgico, que me debo a mi mismo. Ya seguiré otro día con los datos...

Sucede que me he encontrado con algunos que  piensan y dicen que eso es particular de cada uno y que quizá a estas alturas sea contar "batallitas de abueletes". Ha sido justo ese encogimiento de hombros o la crítica a lo que consideran una actitud exaltada de la querencia por la versión emitida en TVE, por el doblaje de entonces, por los objetos de aquella época, etc...incluso por parte de aficionados al robot desde hace mucho. Alguien, y un gran fan de la serie, me dijo que "si nos habían lavado el cerebro" con tanta defensa apasionada de la serie tal y como la vimos...quizás por no conocer lo que fue aquello y los hilos que la unen la serie a la infancia de los setenta...
Un fenómeno parecido a aquel que da lugar a que no sean lo mismo ciertas películas de Disney...sin el doblaje mexicano.
 Además de a aquellos niños, que ya superan los 45 años de vida, dedico esta publicación a los que piensan que los aficionados/fans de Mazinger Z  que asocian a la serie una mirada nostálgica podríamos ser en realidad simples añoradores de la infancia y que en realidad, si hubiera habido otra serie en su lugar, también hubiéramos generado ese fenómeno u otro parecido. A ellos les digo que la respuesta es no en ambos casos, asi como tampoco es cierto que la exaltación de Mazinger en el tiempo en que apareció en TVE nos ciegue para ver los defectos que la serie pueda tener como producto...
Tenemos afición a la serie por todo lo que es, aunque no hay ser sin condiciones externas o contexto y es cierto que el momento de la España del 78 la realzó, como a otras producciones míticas, porque llegó cuando algo así caía como agua de mayo. Los niños de entonces ya no se conformaban con la ciencia-ficción de cartón y papel de cómic que había habido hasta entonces y difrutaban las pocas series del espacio o fantásticas que habían aparecido en la pequeña pantalla. Pero las series e incluso las películas de cine que se habían realizado  sabían a poco ya, y seguía creciendo un impulso que había estallado poco antes, para dar a luz la nueva ciencia ficción de la que Star Wars es paradigma. A finales de los setenta se inició lo que se desarrolló plenamente en los ochenta y más allá...
 Son comentarios como esos que no entienden o se burlan de esa mirada que guarda algo aún de la emoción original convertida en nostalgia, lo que me ha dado el último empujón para escribir una vez más sobre aquellos meses, antes que llegue el inevitable olvido.

Los sábados de 1978 en TVE
Como por algo hay que empezar, he decidido hacerlo  por recordar el viaje completo:  la programación (infantil)  de aquellos sábados en TVE. Como veremos, aún sobrevivían modos de la década que se acercaba a su fin con las novedad que supuso Mazinger Z, que aunque perteneciera a esa década, llegaba a nosotros como un contraste en el contexto televisivo, y general, de la España de entonces. Y si alguien lee esto y se dice "¿pero esto no era un blog sobre Mazinger?"... tranquilo que ahora viene la relación : ese programa era el prólogo en la programación infantil en aquellos sábados de Mazinger y como hablamos de todo lo que rodeaba a la experiencia de aquellos añejos días...pues eso. 
La mañana comenzaba con un programa que inaguraba las experiencias, y la emisión en sí de los sábados tras la carta de ajuste, por aquellos días:  El Recreo
Heredero de algún modo de La Casa del Reloj que solo conozco por referencias y de La Guagua, programa del que si tengo algún cariñoso recuerdo de los sábados desde 1975 a 1977.  

Como recuerdo en mi libro, la tele empezaba a las 12 los fines de semana, y a las 14 h. los laborables. Si a partir del verano del 78, el programa El canto de un duro fue el prólogo directo para ver Mazinger, El Recreo era el pistoletazo de salida de la jornada sabatina infantil, sin cole y en el primer y esperado día libre en la semana. Una programación infantil muy escasa, que se intentaba compensar con la duración de El Recreo (dos horas) y su duración en la parrilla de TVE ( desde el 27 de septiembre de 1977 al 28 de abril de 1979, con una gran interrupción de un laaargo descanso veraniego). 
Aquel pequeño italiano que se especializó casi por casualidad en programas infantiles, Torrebruno, pasó de ser el "jefe capuchetto" en La Guagua, a un cantante que ofrecía su melódica discografía en El Recreo, y algún sketch como "Rocky Chaparro". Un papel más importante tenía una gran musa infantil de los 70 (con permiso de Mª Luisa Seco) la bella Paula Gardoqui, que ya había participado algo en La Casa del Reloj y en la Guagua, dónde nos topamos con su bonita cara y su desparpajo los de mi generación ,también estaba Mirta Bonet en el papel de "Betún".

Niños de los últimos 70
El Recreo sería un programa imposible hoy día, y no solo porque ya no hay programación infantil ( no cuentan los canales de dibujos animados non-stop) sino porque es hijo de otra época, más pausada y naif. Además, estaba hecho de representaciones teatrales hechas con los mínimos recursos de escenografía, de canciones enteras ( de Torrebruno, la Gardoqui y alguno más), de guiñoles y dibujos animados con la animación justa, con corros o graderío de niños de la época...-niños del 78- y de oportunidades de salir en la tele a grupos infantiles o juveniles y mostrar sus números de teatro, imitaciones, canciones o baile, aunque fueran largos... y fueran buenos...o no.

Pauloca
Y así, a las 12 de la mañana, ya desayunados, hechos algunos deberes (o dejados para más tarde) y ociosos y juguetones, empezábamos la jornada con Paula Gardoqui. Ella, en su papel de presentadora, personaje de alguna trama inventada para la ocasión o caracterizada como Pauloca, con estética de madrastra de Blancanieves y unos textos (improvisados o no) que mezclaban el humor y la ironía (no se trataba a los niños como tontos),  y en riguroso blanco y negro, era lo primero que veíamos en aquellos sábados en que encendíamos la tele ansiosos por lo que vendría a las tres de la tarde...

Y cuando acababa, a las dos de la tarde, y solo después del programa Brújula y las noticias      (de una media hora ambos) llegaba la piscina y todo lo que venía detrás. Era mucha espera para 22 minutos, pero la intensidad que tenían lo compensaba. 
La moda cambiaba para los chavales más creciditos
Eran muy otros tiempos: aparte de El recreo y Mazinger Z no había nada más en el fin de semana, si exceptuamos El circo de TVE, cerca de las siete de la tarde, y que el domingo pasadas las cinco, llegaba La abeja Maya. Fue una época de transición ( en más de un sentido) donde el blanco y negro convivía con el color -El Recreo era grabado en blanco y negro, no es que algunos lo viéramos así- y los niños vestidos de cuello alto, jerseys de pico y grandes cuellos de camisa (cuando hacía algo de frío) y vistosos polos de rayas ribeteados en cintura y mangas en colores vivos (en verano), convivían con los vaqueros casi pitillo y camisetas tipo chándal de los adolescentes que ya prefiguraban los ochenta, a la vuelta de la esquina. Los críos éramos aún de "estética" setentera porque nos vestían las madres, a la moda y modo de la década en la que aún estábamos. 
Tono rojizo desvaído de las fotos de entonces
Y esa convivencia de colores tiene además un protagonista más: el color rojizo desvaído que compartían las fotos de Polaroid y las grabaciones de súper8 mm. No sé si ese tono particular dependía de las emulsiones que se usaban entonces en fotografía, porque no era solo que se quedaran así con el tiempo, es que eran así. El caso ese color ha devenido un icono de los días que trato de fotografiar ahora con palabras. También lo eran las fotos de grupo del colegio, que cuando ves una, por un segundo piensas que es la tuya, así de parecidas eran .

Podrían ser niños antes o después de ver Mazinger Z











Paula Gardoqui, agente espacial y la gran máquina robot



El  Recreo cerraba un ciclo, porque era el último ejemplo de las producciones infantiles de los 60-70. Poco más volveríamos a ver de ese concreto enfoque, en que la ciencia-ficción tenía un decisivo papel a ratos. Esa ciencia-ficción de cartón pintado, de luces y de tópicos de como nos imaginábamos entonces el espacio, los "marcianos" y los ingenios de otro mundo. También se veían cosas así en El Recreo: trajes, voces que imitaban a la que pensaban que tendría un robot o un extraterrestre, trajes "espaciales" muy especiales...todo ello con los pocos recursos que se tenían y mucha imaginación. Nótese en la foto de al lado que la Gardoqui habla frente a un panel donde se han pintado, o garabateado de forma irregular, las consolas y botones de la imaginada tecnología que fascinaba a los niños, una de las claves que hizo triunfar a Mazinger Z.


El Recreo llegó hasta el último sábado de Abril de 1979, el último año de la década, cerrando un modo de hacer televisión para niños, con el que están directamente emparentados las primeras producciones de los ochenta, La cometa blanca y La bola de cristal, sobretodo la primera, porque la segunda incorporaba ya muchos de los modos de los nuevos tiempos. 
En aquellos sábados de 1978,el carrusel de sensaciones televisivas para los niños comenzaba con los nombrados rostros y modos de contar cosas desde la pequeña pantalla.

En esa primavera del 79, en lugar del El Recreo, se repuso Vickie el vikingo (algunos episodios) y La hormiga atómica, seguidos por una nueva serie de imagen real, de la que muy pocos se acuerdan: El hidroavión de Bailey, serie de aventuras creada en 1977, que disfrutó el que esto escribe, mientras asumía que se había acabado la época de Mazinger, que quedaba atrás como un sueño de diversión. Un mes más tarde, ya cerca del verano, se estrenaba en cines Supermazinger Z... Al menos nos quedó ese día de excursión al cine como punto y final en la década que se cerraba con el recuerdo del robot y los días de sol.

 

27 tardes de sábado
Cierta tarde de Marzo de l978... mis hermanos y yo estábamos preparados para movernos al ritmo de la pegadiza sintonía de Miguel el travieso cuando por sorpresa nos encontramos con algo diferente que no esperábamos. Nunca había pensado que los niños de entonces no leíamos los periódicos y revistas, porque estaba anunciado el cambio y los datos básicos de la nueva serie (tampoco nos enteramos de lo de los 26 episodios, lo de la Copa Davis en su lugar el 15 de julio, etc...). Es normal la extrañeza y el necesitar algo de tiempo para aclimatar los ojos a lo nuevo, pero en muy poco tiempo el asegurarse un buen lugar los sábados cobró una especial relevancia. Aquel espectáculo con robots gigantes, personajes con expresiones extremas, efectos de sonido, vivos colores (si lo veias en color, claro) y novedades continuas deslumbró a los niños.
Una viva afición no tardó en dar sus primeros pasos y en muy poco tiempo ese instante, apenas un segundo, que era el primer fotograma de la cabecera acompañado de un chasquido como de cilindro hidraúlico, hacía temblar de genuina emoción infantil a cuantos acudían a la cita semanal...
El primer -y emocionante- segundo de Mazinger Z
El viaje de los sábados desde el blanco y negro de El Recreo al color de Mazinger Z (aunque algunos viéramos la serie en blanco y negro en su mayoría, no me refiero al color de las imágenes en sí) ilustra muy bien el contraste de ambos mundos, contenidos en el mismo sábado. Heidi y Marco nos contaban un cuento, un largo cuento que superaba a cualquier guiñol de El Recreo, pero aquello todos teníamos la temprana sensación de que era algo diferente.

Una vez, en uno de aquellos sábados, me pasó eso que nos ha pasado a todos alguna vez -o más de una- que al despertar medio aturdido por el sueño, no sabía qué día de la semana era. Al caer en la cuenta, unos segundos más tarde, de que era sábado, mi reacción fue destaparme y ponerme a saltar en la cama. Y esa eufórica reacción no fue debida a que no hubiera que ir al cole...era porque el sábado era el día de Mazinger... 
Otro día, en aquella luminosa primavera, me tiré al suelo jugando a ser aquel Glossam X2 que, como tantos otros "brutos mecánicos" tanto me había impresionado...El resultado fue un golpe en la rodilla que me tuvo retorciéndome dolorido sobre las baldosas de la terraza de mi vecina. En cuanto Debira X1 apareció, se dió en mi caso y en mi casa la primera reunión de niños para ver juntos Mazinger en la tele...El sábado siguiente se repetiría y...allí estábamos, mi amigo del barrio y nuestros hermanos pequeños, embobados ante las eléctricas bolas erizadas de pinchos llamadas Balanger...A la semana siguiente la reunión se repetiría, esta vez en su casa. Ese fenómeno de las reuniones infantiles para ver Mazinger, es un hecho especial ligado a la expectación que producía en los niños y a esa serie en concreto, aunque la costumbre sobreviviera para ver las que siguieron. Como cualquier cosa que produce disfrute general -tipo las reuniones de amigos para una final de fútbol- era suscepcible de querer disfrutarse en grupo, vaciándo las calles, como las citadas finales deportivas. Todos en el cole, en la calle, dónde fuera, entendían que todo se paraba cuando ponían Mazinger.
El robot era ya tan popular que los más adultos, como mi tía-abuela, preguntaba intrigada quién era ese "Masinger" que todos nombraban, durante el episodio de Baras K9, y yo se lo señalaba en la pantalla en el segundo en que aparecía, y ella lo confundía con el bruto mecánico, y cuando le decía que ese no era, la cosa volvía a empezar...Otro motivo para las excursiones a casas ajenas eran las provocadas por aquello de que no todos teníamos tele en color y Mazinger a colores era ya genial...Tanto que se acostumbraba uno a ser visita a la hora de comer...aunque una vez mis vecinos tenían la tele en color estropeada y ¿cómo iba a decirles que en tal caso me iba? El educado niño que fuí no supo por verguenza admitirlo y , además de verlo en la tele en blanco y negro que habían puesto en otra sala, me tragué una sobremesa ruidosa en esa família, cuyo padre se empeñaba en explicarme lo que le pasaba a su tele en color...¡yo solo quería ver Mazinger contra el bruto invisible! . Por no molestar, había subido a la hora justa, y para no perdérmelo saltaba las escaleras de dos en dos hasta el cuarto piso, para encontrarme con la insospechada avería...Ya habría sábados mejores. Y así fue: ya estábamos dos semanas después siete u ocho críos apelotonados en el sofá o inestables sobre sus brazos y en aquel piso, para ver el primer ataque del Conde Brocken a bordo de su fortaleza volante en aquel vivo color.
Y allí volvimos la semana siguiente...a esperar horas a que se acabara el tenis...para nada. No importaba que fueras un niño tranquilito y educado o el gamberro del barrio, Mazinger era como la final de la champions o del mundial... cada semana. Mi clase entera de 3º de EGB se lo perdió por una excursión...que dio la fatalidad de que se organizó en sábado. Como aquellos que se pierden una final de liga por estar fuera, cruzábamos los dedos para intentar verlo en la tele del bar donde comimos aquel día, en el momento previo a la visita a aquel parque natural...pero enseguida nos llamaron los profes y se acabó la esperanza...es que hacer escoger a un niño de entonces entre Mazinger y una excursión era todo un dilema, un amargo dilema. Cuando regresé a casa, mi amigo del barrio solo acertó a decir que el nuevo bruto mecánico era "como una ballena" ...¿una ballena? ...hasta que no salió el 2º álbum de cromos no me hice a la idea de cómo era...

El caso es que llegaba el vacacional Agosto y la familia se trasladaba semanas fuera de casa. No importaba. Los grupos de niños se reunían en casas de amigos de los padres o de los primos que veíamos tan poco, para ver como Boss corría que se las pelaba para avisar a Koji de que habían puesto una bomba en nuestra querida, y ya casi simbólica, piscina de Mazinger Z. Extrañados ante el nuevo personaje -el gordo robot de Boss- a quién conocimos tan poco, ya creíamos que aquello iba a durar siempre...pero nada es eterno, claro.
   

La voz especial de Koji, reverberando en el eco desde su robot; la más chillona de Sayaka o la estridente de Shiro; el Barón Ashler hablando con dos voces a la vez; la majestuosidad del Dr. Infierno con su ceño siempre fruncido; la rivalidad con el Conde Brocken; la inacabable variedad de brutos mecánicos en formas y colores ¡y en nombres!...terrestres, submarinos, volantes...; la voluntad de realismo en la animación; los colores , las explosiones, la acción, la intriga...el logrado entretenimiento y muchas vivencias y sensaciones que se vivian alrededor de la pantalla de la tele y que no es fácil , o yo no logro expresar, consiguieron conquistar el corazón de los que eran niños en España en 1978...

Para cuando llegó el final, ya estábamos tan acostumbrados a esas tardes de aventuras, que ni nos lo creíamos. Ni siquiera apareció en los periódicos y revistas, esas que no leíamos los de nuestra edad. En este hilo de confesiones de mis vivencias personales de Mazinger en 1978, se inscribe como un trágico punto de inflexión la fatídica tarde del 16 de septiembre, que tras la ansiosa espera mientras Amunai encontraba a Orzowei y lo colaba en su choza entregándoselo a la reticente Amebais, e incluso hasta unos minutos de la película de Primera Sesión, me rendía ante la verdad y me pasaba la tarde tumbado en la cama mirando al techo hasta que oscureció. La piscina -en realidad un colector o planta de aguas- ya no precedía la tarde del sábado y una época con un "microclima" especial por la manera especial en que la vivimos, se había acabado. Y todo lo apreciado se aprecia más cuando se pierde...
El pequeño universo que creó Mazinger Z, atrapó como pocos universos ficticios a los niños del 78, de modo que se sintieron parte de la pandilla de Koji y Boss, Sayaka o Shiro corriendo aventuras emocionantes en las montañas Fuji. Y si bien nos dimos cuenta de ello mientras lo vivíamos, sobretodo tomamos conciencia cuando se acabó...Porque aunque la vuelta de Mazinger en la primera semana de 1979 fue disfrutada y apurada al máximo, y aunque tuvo también una vivencia intensa, ya no era exactamente como la primera vez, ya que el interés por lo perdido nos había hecho leer revistas de programación, llegando a saber de antemano que esa semana era -esta vez sí- la última. Y sobre las 16,37 h. del cinco de enero de 1979, vimos los créditos finales sin perder detalle, y con cierto pellizco en el ombligo. Como si supiéramos que se había acabado algo grande, y no solo la serie del robot...

Si no estabas allí... (no puede explicarse)
Los que tienen treinta , aunque sean treinta y muchos o cuarenta y demasiado pocos, y , en general, los que vivieron su infancia más bien en los ochenta, que hoy día son lo más antiguo, lo más "vintage" que se le ocurre a la gente como idea de la infancia remota ( los setenta ya son de "abuelos"), no pueden entender lo vivido por sus hermanos mayores, simplemente porque no guardan recuerdos de esa concreta época y sus condicionantes , pero Mazinger Z en su versión de TVE, fue el momento final de una época muy intensa, como tantas otras veces ha pasado en la historia de la gente, sobretodo de aquellos que crecieron con el cine y la tele. 
Pequeños en la navidad de 1975, futuros niños del 78

Los que se encontraron con Mazinger Z en los videoclubs en los ochenta, ya no vivieron la serie de manera semanal, como el acontecimiento colectivo que fue en los sábados del 78 y se perdieron eso y más cosas. Los de después, en la accidentada reposición de los noventa, si aprecian la quizá la serie en sí, desligada del ambiente de la primera emisión y de su glorioso doblaje, contenido de alguna manera en los ojos y la mirada del padre que les mostraba la serie de cuando era niño.
Da igual lo que la serie sea y no sea, aunque que sea como es tiene toda la importancia; no importan sus defectos o lo que le falte, la cosa es que si la viviste en el contexto en la que apareció en España -por suerte, por grandísima suerte- la serie es mucho más de lo que es, no importa que no podamos explicarlo los que allí estábamos, ni que no nos entiendan. Que piensen solamente que, si ya les gusta Mazinger Z desligado de haberlo vivido en aquella infancia, que traten de imaginar por un segundo lo que fue vivirlo en esa primera vez de 1978...

A aquellos que no entienden que se nos iluminen los ojos recordando esa época pasada, decirles que solo por la emoción de las tres de la tarde frente a aquellos dibujos tan brillantes, impresionantes e impactantes, por las reuniones con amigos y las excursiones de casa en casa, por los escasos juguetes que encontrábamos cuando pasábamos por un quiosco, papeleria o tienda de juguetes,  los que nos abalanzábamos presos de la emoción, ... por la sensación de ilusión frente a aquel armatoste llamado "tele" que teníamos en casa y era una ventana mágica a las aventuras del robot más famoso... un instante brillante en un casi desierto paraje audiovisual...solo por lo que fue vivirlo en esa época, merece ser mantenida la mirada nostágica.

Importa que fue -y en eso sé de buena tinta que no soy el único- la época más feliz de mi vida. 

Continuando con los pósters de la emisión de la serie en 1978, esta vez le toca el turno al bruto de los diamantes y al primer ataque del Conde Brocken.

¡Animaos a dejar un comentario si fuísteis niños del 78! ...y si no también





PRÓXIMAMENTE: LA VERSIÓN REDUCIDA DE MAZINGER Z.